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Colectividad uruguaya

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Uruguayos y argentinos tienen una historia en común, pero también comparten la cultura y los gustos. Y al hablar de compartir, qué mejor ejemplo que el mate. En los dos países es la bebida que se puede encontrar en todas las casas, sin excepción. Pero los uruguayos son los que hicieron el gran aporte a ese ritual que es tomar mate: el termo. Seguramente por eso es que los uruguayos se distinguen por tomar mate en público, con el termo bajo el brazo.



Tienen también en común el dulce de leche, los alfajores, el asado, las empanadas, la garrapiñada. Seguramente habrá bandos para discutir de qué lado del Río de La Plata cada una de estas cosas se hace mejor, pero no es solo gastronomía lo que compartimos. El pericón, el cielito y la milonga son todas danzas que se pueden bailar en Uruguay y en Argentina.



Lo mismo pasa con el candombe. El ritmo llegó a Buenos Aires y a Montevideo prácticamente al mismo tiempo, con la llegada de los esclavos negros durante la época colonial. Pero su evolución fue distinta. Mientras que en Buenos Aires, fue progresivamente perdiendo espacios públicos y desapareciendo, en Montevideo fue ganando cada vez más difusión y superando barreras de raza y clase social.



Fueron los uruguayos los que volvieron a introducir el candombe en Buenos Aires en la década del 70 de la mano de la nueva migración oriental. Primero fue un grupo de afrouruguayos que empezó a reproducir las “llamadas” montevideanas los días feriados. En la década de 1980 el fenómeno llegó a la Plaza Dorrego de San Telmo, y llegó para quedarse: para el año 2000 las llamadas ya tenían una difusión plena entre la población porteña y empezaron a hacerse todas las semanas. Así, el ritmo volvió a expandirse en la ciudad.



Pero hay controversias que nunca se van a dirimir. Y justamente ahí, en la discusión eterna, está la gracia. Gardel ¿era uruguayo o era argentino? Hay material para afirmar las dos cosas, pero también hay algunos hechos. Para algunos el zorzal nació en Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890; para otros, en Tacuarembó, Uruguay, el 11 de diciembre de 1887. No hay dudas, sin embargo, de que desde 1893 vivió en Buenos Aires en un inquilinato de la calle Uruguay. Tampoco hay dudas de que creció en el Abasto, y que en 1923 se nacionalizó argentino. La teoría de un Gardel uruguayo sostiene que fue fruto de una relación entre Carlos Escayola, militar y político de Tacuarembó, y María Lelia Oliva, su cuñada de 13 años. Gardel habría sido, entonces, hijo adulterino de una relación que transgredía las normas sociales y sobre todo la legislación uruguaya, por eso no pudo anotarse en el registro civil. El pequeño Gardel fue entregado a Berta Gardes y recién logró regularizar su situación de indocumentado el 8 de octubre de 1920 en el consulado de la República Oriental del Uruguay de la Ciudad de Buenos Aires. Justamente, de ese documento derivaron todos los demás. Incluso el de su nacionalización argentina. Así que quizás se pueda decir que Gardel llevaba un poquito de cada orilla en su voz.



Tan cerca estamos, y tan arraigadas están las características que nos unen, que muchísimos referentes de la cultura argentina son, en realidad, uruguayos. Hermenegildo Sábat, Horacio Quiroga, Julio Sosa, Horacio Ferrer, China Zorrilla, Víctor Hugo Morales, Natalia Oreiro… y la lista sigue. Todos ellos, con un pie en cada orilla, hacen que el Río de La Plata se vea un poquito más angosto.

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