A comienzos del siglo XX, la elite gobernante argentina buscó definir una identidad nacional que recuperara el legado y la tradición hispánicos y que, a la vez, despejara ciertos temores derivados de la presencia de un aluvión inmigratorio al que varios de sus integrantes consideraban un peligro para la soberanía y para su propia hegemonía y gobernabilidad. Una de las medidas tendientes a acercar a ambas naciones fue la eliminación de las estrofas del himno nacional que aludían al triunfo argentino en las guerras de independencia. Por ejemplo: “los bravos [argentinos] que unidos juraron su feliz libertad sostener, a esos tigres sedientos de sangre [los españoles] fuertes pechos sabrán oponer”. También se quitó: “Son letreros eternos que dicen: aquí el brazo argentino triunfó, aquí el fiero opresor de la Patria [el soldado español] su cerviz orgullosa dobló”. Para los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo, celebrado con pompa en 1910, además de recibir la visita oficial de la Infanta Isabel de Borbón, representante de la Monarquía Española, la colectividad donó a la ciudad el Monumento de los Españoles. Concluido casi veinte años más tarde, fue emplazado en su actual ubicación del barrio de Palermo, en la intersección de las avenidas Sarmiento y Libertador.
Más tarde, durante los años cuarenta, las buenas relaciones con la Madre Patria se vieron fortalecidas por la alianza Franco-Perón, un pacto que promovió los intercambios comerciales entre ambos países, reafirmó los componentes hispánicos de la identidad nacional y suscribió acuerdos internacionales para recibir inmigrantes latinos, a fin de aportar mano de obra para cumplir con los objetivos industrialistas del primer Plan Quinquenal. De acuerdo con el censo porteño de 1855, en ese entonces los españoles ya conformaban la tercera colectividad de residentes extranjeros. Aunque durante el gobierno de Rosas habían llegado numerosos vascos y canarios, casi el 40% del total (cerca de 1.500 personas) eran gallegos. De acuerdo con un relevamiento realizado en 1895, se calcula que casi un tercio de los establecimientos industriales pequeños y medianos ubicados en los barrios del centro pertenecían a inmigrantes españoles. Lo mismo ocurría respecto del 45% de los comercios situados en Montserrat. En ese sector de la ciudad también se instalaron las sedes de numerosas instituciones de la colectividad española, así como sus más antiguos restaurantes. Las crónicas de la época de la Guerra Civil Española aluden a varios incidentes ocurridos en la Avenida de Mayo, producto de la confrontación entre republicanos y franquistas.
Según los datos del censo municipal de 1909, los españoles eran propietarios del 22% de los comercios de la ciudad, con una mayoría de tiendas y mercerías (60%), bares y cafés (34%), hoteles y pensiones (28%) y venta de comestibles (27%).
