Una pelota de fútbol manchada de barro que dibuja un trazo sobre un potrero. Se dice que fue esa la inspiración que tuvo Laszlo Biro para crear la birome, uno de los inventos argentinos que trascendieron al mundo. Quizás pocas imágenes sinteticen más el vínculo de las dos comunidades, la húngara y la argentina. Un inmigrante, una idea, su impulso como emprendedor y una tierra que lo recibió para poder desarrollar sus inventos. Porque no fue solo la birome. Laszlo Biró patentó más de 32 inventos, entre ellos el desodorante a bolilla (con una técnica similar a la usada en la birome), una máquina lavarropas, una caja de cambios automática para los automóviles (una licencia que finalmente adquirió General Motors), y un sistema de cerradura que todavía se usa. En Argentina, el 29 de septiembre se festeja el Día del inventor, en honor a Biró.
Otro lazo poco conocido con la comunidad húngara es que existe una traducción al húngaro del Martín Fierro. La hizo László Szabó, un inmigrante húngaro con mucho interés por el desarrollo y el intercambio cultural entre las dos comunidades. Los primeros inmigrantes húngaros empezaron a llegar en el siglo XVIII, cuando algunos sacerdotes de origen húngaro arribaron a la región en el marzo de las misiones jesuíticas, principalmente al centro y norte del país. Entre ellos László Orosz (1697-1773), misionero, nombrado rector de la Universidad de Córdoba y del Colegio Monserrat, procurador general de las misiones jesuíticas del Virreinato, quien construyó el Colegio Jesuita de Buenos Aires en San Telmo y dio nacimiento a la primera imprenta argentina; Zsigmond Asperger, editor del libro “Códice Misionero”, quien por su labor médica en la epidemia de peste fue el salvador de los indios de las misiones jesuíticas; Ferenc Éder, un científico y observador minucioso, autor de una obra monumental sobre las costumbres de la población, fauna y flora de la región, reeditado recientemente y Ferenc Limp, considerado el más completo historiador y geógrafo de la región.
