La situación histórica de la cultura armenia, signada por el genocidio y por sucesivos procesos migratorios, determinó que las colectividades dispersas por el mundo activaran fuertemente en favor de la conservación de la etnicidad, anclada fundamentalmente en la lengua, la memoria nacional y la fe, tres factores claves para la formación de una comunidad minoritaria.
Para la historiadora Brisa Varela, la colectividad residente en la Argentina asumió “códigos propios y rituales que funcionaron como cohesivos, en tanto permitieron conservar ‘la armenidad’ en la diáspora. Institucionalmente se construyeron los discursos que actuaron como soportes de este grupo étnico, a partir de pronunciamientos, memorias, autobiografías, historias culturales, periódicos de la colectividad, temas y contenidos escolares, y con un peso muy importante de los rituales religiosos y conmemoraciones vinculados con el Genocidio de 1915.”
Desde el punto de vista laboral, la actividad más usual entre los inmigrantes armenios fue el comercio. En especial, el comercio textil y distintas actividades que les permitían reunir un pequeño capital para luego establecerse por cuenta propia, abriendo un negocio minorista o iniciándose en el comercio al por mayor.