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Conocé, una por una, las colectividades de la ciudad.

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Colectividad japonesa

La actividad económica

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Hasta la Segunda Guerra Mundial, uno de los rubros típicos de la colectividad fue la cafetería. El primer café en emplear a varios mozos japoneses fue el Café Paulista, una cadena que ya en 1910 contaba con 20 sucursales en Buenos Aires. Ahí, muchos aprendieron el oficio, lo que les permitió abrir sus propios cafés. El café Mikado, en la calle Bolívar, el Yamato, en la esquina de Junín y el Café Tokio, frente a Tribunales son algunos de los más recordados. En “El Japonés” tenía sede oficial el grupo literario Boedo, y Roberto Arlt, célebre integrante del grupo, incluyó un pasaje en Los Siete Locos (1929) en el que el protagonista entra a “El Japonés” y describe a los parroquianos. Muy cerca, en la esquina de San Juan y Boedo, estaba el Café Nipón, en una de cuyas mesas Homero Manzi escribió la letra del tango Sur.



Pero los rubros que todavía identifican a la colectividad son las tintorerías y la horticultura y la floricultura en el caso de los inmigrantes que se instalaron en zonas suburbanas.



Hatsutaro Kotani y Tsuta Nakamura fueron las primeras japonesas que iniciaron el negocio tintorero en la Argentina. Corría el año 1912 cuando Kotani abrió su tintorería en el barrio de Barracas, mientras que la de Tsuta Nakamura estaba en Lavalle 418. La mayor cantidad de tintorerías se encontraba en los barrios de San Nicolás, Balvanera y Montserrat. La colectividad fue “pasándose” el oficio y la tendencia se hizo más pronunciada entre los inmigrantes japoneses arribados en la posguerra. Según un censo realizado por la embajada japonesa en la Argentina, en 1953, 115 familias japonesas se dedicaban a la explotación de cafés, mientras que otras 692 tenían tintorerías.



El desarrollo de la horticultura empezó en 1910, cuando Hamakichi Yoshida, Jota Saito y Hideo Oda arrendaron un terreno en Tristán Suárez, al sur de Buenos Aires, en el que cultivaron repollo, papa, coliflor, zapallo y batata. Otro pionero fue Kurajiro Ishikawa, quien en 1915 alquiló un terreno cerca de Adrogué junto con Yoshizo Suzuki, Miyao Watanabe y GengoIwazumi, donde cultivaban hortalizas que luego vendían al por menor en las ferias de Barracas y Banfield. Hacia 1933, existían unas 150 quintas de japoneses en las afueras de la Capital Federal, y en 1969 unos 2.230 nikkei se dedicaban al rubro agricultura.



Los inicios de la floricultura japonesa datan de la misma época. En 1919, Shigeru Takaichi, Kohei Shibahara y Rikita Saito se asociaron para iniciar un vivero en la calle Pedro Goyena. Takaichi inició el cultivo de variedades orientales, como la dalia japonesa y la denominada bandera japonesa. Los floricultores japoneses no solo introdujeron en el país nuevas variedades, sino también la tecnología de los invernaderos, el cooperativismo y el asociacionismo.

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