En cuanto a las pautas residenciales, cabe señalar que cada grupo se instaló en barrios distintos. Los de Europa central y del este lo hicieron en las inmediaciones del templo de la CIRA, en la zona de Tribunales, y recién algo más tarde comenzaron a poblar el Once y Villa Crespo. Los marroquíes se ubicaron cerca de la Casa Rosada, los sirios de Alepo en El Once, los de Damasco, en La Boca, Barracas y Flores. Los turcos de lengua ladina poblaron el Centro y Villa Crespo. Con el transcurso del tiempo, esas pautas de asentamiento se fueron redefiniendo en relación con los oficios. Por ejemplo, en Villa Crespo, patrones y empleados judíos se dedicaron a los textiles. En el Once, al comercio, y en la Paternal a la fabricación de muebles. Algunos individuos dedicados a oficios muy típicamente judíos se diseminaron por toda la ciudad, como los sastres, los cambalacheros y los cuenteniks. Hacia 1940, había unos 4000 cuenteniks en la ciudad.
Desde temprano, los inmigrantes judíos comenzaron a formar sus propias instituciones. La primera en aparecer había sido la CIRA, creada en 1862. En 1891, los marroquíes dieron vida a la Congregación Israelita Latina (CIL), ubicada en Piedras al 1100, una zona denominada en aquel entonces Barrio Sud, y, los rusos, erigieron la Poale Zedek o Sociedad Obrera Israelita. En 1900 aparecería también la EZRAH, la sociedad de socorros mutuos que luego levantaría el Hospital Israelita de Buenos Aires. A su vez, ya en 1894 había aparecido la Jevra Kedusha, una sociedad de entierros que garantizaba el cumplimiento de servicios fúnebres acordes con la ritualidad religiosa. Cinco décadas más tarde, en 1941, luego de un largo período de competencia por el liderazgo comunitario con la CIRA y con la Federación Sionista Argentina (creada en 1913), la Jevra Kedusha se transformó en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), la actual institución más importante de la comunidad judía porteña, que desde entonces brinda distintos servicios asistenciales y socio-culturales. Unos años antes, en 1935, había nacido la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), institución dedicada a representar políticamente a la colectividad ante el Estado, así como de denunciar los hechos de antisemitismo, que hacia los años treinta habían comenzado a arreciar, de la mano de la proliferación de grupos fuertemente católico-nacionalistas que veían en los judíos al principal enemigo de la Patria. La mayoría de las sedes institucionales judías más importantes se ubicaron, históricamente, en el barrio del Once.
