Los números son elocuentes respecto de la masiva presencia de inmigrantes españoles en la Argentina. En total, en el medio siglo que va de 1880 a 1930, llegaron al país dos millones de españoles, de los cuales el 60% (1,2 millones) se quedó a vivir definitivamente. Los números vienen simplemente a ratificar algo que se ve a diario: la cercanía es tal que en algún punto todos somos un poco españoles. Si no es por vínculo directo, hay un amigo, un vecino, un comerciante o un compañero de trabajo que hereda la tradición española y la vuelve cotidiana. Tanto que hasta el himno nacional argentino fue modificado como un gesto de hermandad con la colectividad española.
Si bien la presencia española en la ciudad de Buenos Aires y en el territorio nacional se remonta a la época de la conquista de América y al extenso período colonial subsiguiente, aquí nos dedicaremos a los inmigrantes arribados a la Argentina durante, aproximadamente, la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. En ese período de más de cien años, numerosos españoles llegaron al país en busca de oportunidades de crecimiento personal y familiar, empujados por la presión demográfica y por la precaria situación económica y social que experimentaban en sus regiones de origen. Otros, en cambio, buscaron refugio de las persecuciones políticas, como fue el caso de los exiliados republicanos de la Guerra Civil Española. En general, la elección de la Argentina como destino migratorio se relacionaba no sólo con las típicas variables económicas, tales como el valor de los salarios y las oportunidades en el mercado laboral, sino también con ciertas afinidades culturales que facilitaron el proceso de integración social, en especial la lengua y la religión.