Llegaron gracias al “boca a boca”, por recomendación de amigos o familiares que ya estaban acá. Son una colectividad nueva que creció a partir de la década del 90. Viajan solos, sin familia, y vienen a trabajar. Esas son las características principales de la inmigración senegalesa en la Argentina.
Es muy difícil establecer el número exacto de la población senegalesa en Buenos Aires ya que las estadísticas censales dan cuenta de la población extranjera originaria de África en una sola categoría. El dato del censo de 2001 dice que en 2001 había 1.883 africanos viviendo en la ciudad. Pero según los propios migrantes, serían 5 mil los africanos en Buenos Aires, de los cuales alrededor de 1.500 habrían llegado de Senegal.
Esos migrantes senegaleses pertenecen, en su mayoría, a la etnia wolof y a la cofradía mouride, aunque también existe una minoría perteneciente a la cofradía tijan y a los grupos étnicos bambara y diola.
Demográficamente esta migración se compone de varones de entre 20 y 35 años. Los más jóvenes por lo general son solteros y los que están casados viajan solos, sin su familia. Las mujeres son minoría en esta comunidad, y las que llegan también son solteras y suelen tener parientes en el país.
Los motivos por los que decidieron dejar su país son, principalmente, la falta de trabajo y las aspiraciones de mejorar sus condiciones de vida y las de su familia. La mayoría vuelve regularmente a Senegal y tiene una comunicación periódica con su país. El 99 por ciento de los migrantes envía dinero todos los meses a la familia que dejó en Senegal.
El barrio de Once - que desde hace algunos años comenzó a llamarse “la pequeña Dakar”-, el centro de la ciudad y el barrio de Flores es donde viven y trabajan la mayoría de los residentes africanos en Buenos Aires.
