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Los austríacos y la música clásica

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Las mayores posibilidades de integración que ofrecía Argentina para los inmigrantes austríacos se presentaban en el mundo de la música y la danza. En su Enciclopedia de la Música, el director de orquesta y musicólogo Kurt Phalen describe la vida musical en su país de exilio, la Argentina, como una “de las más ricas y variadas del mundo entero”. Phalen se convirtió en el primer director de la Filarmónica Metropolitana y en 1957 asumió un cargo en la dirección del Teatro Colón, institución que en esos años logró reunir a una variada gama de artistas de renombre internacional aprovechando el exilio de aquellos que huían del nazismo.



La mayoría de ellos, no obstante, después de la guerra regresó al viejo continente. Es el caso del director de orquesta austríaco Erich Engel, que estuvo radicado desde 1933 en Buenos Aires y trabajó en el Colón hasta 1950 como director de la escuela de ópera y director artístico. También es el caso del internacionalmente conocido director vienés Erich Kleiber, quien fue invitado en 1936 a Buenos Aires, donde permaneció hasta 1949. Su especialidad era el repertorio operístico alemán, en especial Wagner; y, gracias a su prestigio, atrajo al Colón a grandes luminarias como Emanuel List, Kirsten Flagstad, Set Svanholm, Max Lorenz, Rose Pauly, Anny Konetzni, Marjorie Lawrence, Rose Bampton, Hans Hotter, Astrid Varnay, Viorica Ursuleac, Ludwig Suthaus, Elisabeth Höngen, Anton Dermota, Hilde Konetzni y Ludwig Weber. Casado con la estadounidense-eslovena Ruth Goodrich, a quien conoció en Buenos Aires, Erich Kleiber fue además padre del famoso director de orquesta Carlos Kleiber.



La bailarina Margarethe Wallmann, por otro lado, directora del ballet del Staatsoper de Viena, asumió entre 1934 y 1938 la dirección de la compañía de ballet del Colón. Desde allí, ayudó a llegar a la Argentina al bailarín expresivo vienés Otto Werberg, quien se encontraba en un campo de reclusión en Bélgica.



Algunos años después, en 1946, el joven compositor vienés Guillermo Wilhelm Graetzer fundó junto con Ernesto Epstein el Collegium Musicum de Buenos Aires. A semejanza de las escuelas populares de Hindemith, el Collegium consideró importante atender los problemas sociales y económicos de los alumnos y del público. También fue miembro fundador de la Unión de Compositores Argentinos y, a partir de 1955, profesor de composición, orquestación y dirección coral en la Universidad de La Plata. Su obra representa la simbiosis perfecta entre tradiciones europeas e influencias del nuevo mundo, y eso puede verse en el carácter de sus composiciones y sus adaptaciones.

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