La mayoría de los españoles que arribaron al país estaban alfabetizados. Casi el 70 % de los que se encontraban establecidos en 1914 eran lecto-escritores, una cifra cobra más sentido aún si se la compara con el grado de alfabetización de los dos grupos nacionales más numerosos, los italianos y los argentinos, que apenas sobrepasaban el 60%. Muchos traían, además de esa importante herramienta cultural, un oficio o profesión. En efecto, aunque la mayoría era de origen campesino y declaraba no tener oficio, sabemos que entre ellos se contaban numerosos agricultores y jornaleros, así como también carpinteros, canteros, zapateros, marineros, changadores y estibadores.
Resulta curioso que, pese a ese origen mayoritariamente rural, en 1914 el 73% de los españoles radicados en el país se encontrara viviendo en zonas urbanas. También causa curiosidad el hecho de que las actividades laborales más difundidas dentro de los integrantes de esta colectividad hayas sido las relacionadas con el pequeño comercio y el sector servicios. Los historiadores explican el cambio profesional como una consecuencia del tipo de migración “en cadena”, un mecanismo por el cual aquellos inmigrantes ya establecidos exitosamente en la Argentina atraían a paisanos y parientes y los ubicaban laboralmente dentro del mismo rubro en el que se desempeñaban. En el interior, los españoles se dedicaron al intercambio comercial en zonas de la frontera rural, ya sea abriendo y regenteando pulperías o bien vendiendo productos a los aborígenes y peones rurales en forma ambulante. Una característica diferencial entre los españoles y la otra colectividad mayoritaria (la italiana) fue la preponderancia de la llegada de grupos familiares ya constituidos, un rasgo que ayudó a disminuir el alto índice de masculinidad.
Casi todas las regiones de la península aportaron contingentes numerosos. Las que predominaron fueron Andalucía, Asturias, Cataluña, Canarias, Castilla-La Mancha, Navarra y el País Vasco. Pero la corriente mayoritaria de inmigrantes españoles provino de Galicia (más del 50% del total), hecho que ha determinado que a los españoles residentes en el país se los conozca por el gentilicio “gallegos”.
