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Personajes históricos

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En el imaginario popular, los españoles o “gallegos” desempeñaron predominantemente dos oficios: almaceneros, como el papá de Manolito, célebre personaje de Quino en su tira Mafalda; y mucamas, como la también célebre Ramona, cuya protagonista estaba inspirada en una empleada doméstica que trabajaba en la casa del abuelo de Lino Palacio, autor de la tira, y como Cándida, la genial creación cinematográfica de Niní Marshall. Más allá de los estereotipos, las mujeres también se desempeñaron como obreras industriales, especialmente en la elaboración de tabaco, ropa y alimentos. Otras fueron planchadoras, lavanderas y costureras domiciliarias.



La presencia española en Buenos Aires cobró cuerpo en las numerosas asociaciones étnicas que crearon los peninsulares. Un registro realizado en 1914 indica que, hacia ese año, existían en todo el país 250 instituciones españolas que contaban con una nómina de 110.000 afiliados. Los historiadores han ubicado tres clases de instituciones españolas. Las de carácter mutual y benéfico fueron creadas para solventar los problemas pecuniarios y de salud de los inmigrantes, y su máximo exponente fue la Asociación Española de Socorros Mutuos, fundada en 1857. Las destinadas a la elite, como el Club Español (1866), la Asociación Patriótica español (1896) y la Institución Cultural Española (1914), respondían respectivamente a fines recreativos, políticos y culturales. Finalmente, las regionales agrupaban a paisanos de la misma zona de procedencia, entendida tanto sentido geográfico como lingüístico, cultural e identitario. Entre ellas se destacaron el centro vasco LaurakVat(1878), el primer Centro Gallego (1878), el Centre Català (1886), el Centro Aragonés (1895) y la Casa Balear (1905). La cantidad de instituciones se multiplicó luego de concluida la Primera Guerra Mundial. Un registro reciente, correspondiente a 1987, indica que en ese entonces las asociaciones de españoles llegaban a 538, y que el 56,5% se encontraban establecidas en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires.



Aunque los inmigrantes españoles presentaron un menor índice de conflictividad interna que otros grupos étnicos, como por ejemplo los italianos, en los años treinta la Guerra Civil dividió aguas en el seno de la colectividad, cuyas asociaciones muchas veces debieron separarse de acuerdo con la orientación republicana o franquista de sus socios y dirigentes. En el período que cubre las últimas oleadas migratorias de españoles a la Argentina (1936-1956), numerosos artistas, catedráticos universitarios, intelectuales y profesionales que arribaron como exiliados de la Guerra Civil desempeñaron un rol activo en la renovación de la vida institucional y cultural de la colectividad.

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